Los principios y valores de la UCA son nuestro sello

 

Tengan todos y todas muy buenos días. Para mí es un gran honor dirigirme a ustedes esta mañana en representación de mis compañeros, que en este día, después de muchos años de sacrificio, esfuerzo y dedicación, han recibido su título académico. Un título que no solo representa conocimiento, sino experiencias y lecciones de vida aprendidas.

Estoy consciente de que este nuevo logro no es solo nuestro, sino que también se lo debemos a nuestro Dios; Él, con su bondad, nos dio la bendición y puso los medios necesarios para que, aun con dificultades y cuando parecía imposible, lográramos culminar nuestras carreras. A nuestros padres, quienes a diario trabajaron y se sacrificaron para ayudarnos a alcanzar este valioso objetivo. A nuestra familia, sanguínea y no sanguínea, que creyó en nosotros y nos apoyó no solo materialmente, sino también emocional y espiritualmente. Pese a que quisimos tirar la toalla, gracias a ellos nos mantuvimos en pie hasta el día de ahora.

A nuestros amigos, con quienes, además de compañerismo, compartimos familia, trabajo en conjunto y una confianza que nos permitió pensar que toda tarea y proyecto saldría bien. A nuestra universidad y sus excelentes catedráticos, que nos inculcaron desde el inicio un espíritu de solidaridad y profesionalismo, y un compromiso con la justicia y la defensa de los derechos de todos y todas, especialmente de los más desprotegidos. ¡Gracias, querida UCA! Desde el día uno nos dimos cuenta de que habíamos tomado la mejor decisión de nuestras vidas al escoger una universidad que no solo se encargaría de formarnos con excelencia, sino con los principios y valores cristianos requeridos para marcar la diferencia en la sociedad e impactar positivamente en la vida de los demás. Gracias, pues esos principios y valores son nuestro sello y nos hacen sentir tremendamente orgullosos.

Sin duda alguna, sin el apoyo de todos ustedes, el camino hubiera sido mucho más difícil. Es increíble recordar ahora todo lo que muchas veces debimos hacer para llegar a clases, entregar una tarea a tiempo o rendir en un examen. Fueron tiempos de muchos retos. Algunos quizá comimos a medias o no comimos, ni descansamos como lo hubiéramos querido hacer; quizá lloramos y nos entristecimos cuando nos esforzamos y no nos fue bien. Hoy aquí estamos, sintiéndonos felices. A pesar de todos los obstáculos que se nos presentaron, ¡lo hicimos, lo logramos! Gracias a todos esos retos nos volvimos más fuertes y pudimos mejorar.

Ahora que estamos cosechando un éxito en nuestras vidas, debemos saber, queridos compañeros, que enfrentaremos problemas y desafíos propios de nuestra realidad nacional, y que es hora de empezar a preguntarnos qué tipo de profesional queremos ser. ¿Será que deseamos ser un profesional más, uno que se queda callado ante las injusticias y que no da su verdadera y sincera opinión ante la realidad? ¿O un profesional que se compromete a construir un El Salvador más justo, más próspero y con más oportunidades para todos?

Lo que sea que decidan, les pido que recuerden que, al final de toda nuestra peregrinación por este mundo, lo realmente valioso y lo que realmente importa no es quiénes lleguemos a ser o los títulos que logremos alcanzar, sino el legado y la marca positiva que dejemos en este mundo y en la vida de cada una de las personas que tuvimos el honor de conocer. ¡Gracias!

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Fátima Guadalupe Santamaría Guerrero
Graduada del Técnico en Mercadeo

 

 

Universidad Centroamericana José Simeón Cañas
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